A los 76 años, este jueves murió Aretha Franklin, la emblemática cantante estadounidense denominada La Reina del Soul. Gwendolyn Quinn, su representante, confirmó la triste noticia.
A la cantante, conocida por éxitos como Respect (1967) o I Say a Little Prayer (1968), le habían diagnosticado cáncer en 2010. Su último show en solitario fue en Filadelfia, en agosto de 2017.

Sus padres se separaron cuando ella tenía seis años, y Franklin se quedó con su papá en Detroit. Su madre murió cuando Aretha tenía 10 años. En su entrada adolescencia, Franklin se presentó con su padre en sus diversos programas de gospel de las principales ciudades de todo el país y, a partir de entonces, fue reconocida como un prodigio vocal.
La diva del soul creció en un ambiente marcado por la música, ya que cantantes como Clara Ward (del grupo The Famous Ward Singers) o Mahalia Jackson eran frecuentemente huéspedes en su casa, amigas de la familia. Asimismo, otras grandes figuras del gospel de aquella época, como Albertina Walker y Jackie Verdell, ayudaron a darle forma a su estilo en formación.

Cuatro años después de haber grabado por primera vez para la discográfica de los hermanos Chess (aunque se dice que era codiciada por Motown), Aretha finalmente terminaría firmando contrato con Columbia Records, descubierta por John Hammond, el infalible buscador de talentos que ya había contratado a Billie Holiday y Count Basie, y que luego apadrinó a Bob Dylan, Bruce Springsteen y Stevie Ray Vaughan. Así, con 18 años, comenzó su proceso de mixturar la música gospel con estilos más comerciales de la época.
Columbia trató de moldearla como una cantante de blues y jazz con inclinaciones pop, un vuelco sonoro que no pudo sacar su verdadero potencial. Igualmente, desde esa primera sesión de grabación, Today I Sing the Blues (1960) sigue siendo un clásico de la discografía de Aretha.

En ese período, Estados Unidos comenzó a prestarle atención y un mayor apoyo a la música urbana negra. En plena apogeo del “paz y amor”, de las protestas contra la guerra de Vietnam, de la lucha de la comunidad negra para terminar con el racismo y lograr la igualdad de derechos civiles, y del movimiento de liberación femenina, ahora era una mujer la que reclamaba “respeto” (deletreándolo: R-E-S-P-E-T-O, en una de las pocas variaciones que aportó a la versión original), concediéndole a la canción su voz de exigencia feminista y convirtiéndolo en un himno de la época.
En 1968 llegó otra obra maestra. Fue Lady Soul –con los hits (You Make Me Feel Like) A Natural Woman, (Sweet Sweet Baby) Since You’ve Been Gone, y significativamente, Chain of Fools (de Sam Cooke, uno de sus cantantes y compositores predilectos)-, el que volvió a encapsular el particular estilo soul de Franklin. En Aretha Now, el disco que le siguió, la cantante volvió a demostrar su poderío artístico y fue con los temas Think, de su autoría, y con su singular e impactante versión de I Say a Little Prayer de Burt Bacharach, que la opinión pública nuevamente cayó a sus pies.
Esa fue una época de gloria para Aretha, donde tuvo una decena de hits en el top ten en un lapso de 18 meses y una corriente continua de éxitos durante los siguientes cinco años. Uno de los motivos por los que Franklin fue capaz de mantener su proceso creativo al máximo nivel fue debido a su ecléctica elección de material, que abarcó desde composiciones propias hasta singulares interpretaciones de diversos estilos, incluyendo temas de The Beatles, Sam Cooke y Simon & Garfunkel, entre otros.
A principios de los años ’70, su regreso a la más pura sonoridad gospel marcó otro año fructífero en la carrera de Aretha. Con Amazing Grace, publicado en 1972, elevó su propia vara. Un imponente álbum que aún hoy es considerado uno de los mejores de todas las épocas.
A fines de la década de 1970, la música disco apagó el estilo de Franklin y hasta llegó a estancar su popularidad. Como ocurrió con diversos artistas que surgieron en los ’60 y ’70, la década del ’80 eclipsó su camino artístico, debido a la demanda mundial de estilos como new wave, pop y rock. Pero a mediados de aquella década, con la ayuda del cantante y compositor-productor Luther Vandross, Franklin volvió acaparar la atención mediática en un nuevo sello discográfico, Arista, con un nuevo éxito bailable: Jump to It (1982), seguido de Freeway of Love (1985).
En 1987, Aretha se convirtió en la primera mujer en ingresar en el Salón de la Fama del Rock and Roll. Y ya en los ’90, colaboró con artistas de la talla de George Michael, Keith Richards, Whitney Houston, Elton John, James Brown, Lauryn Hill, entre tantos otros.
En el nuevo milenio, la Reina del Soul volvió a sus fuentes, pero dentro del neo soul, colaborando con Mary J. Blige en dos temas de So Damn Happy (2003). Acto seguido, en 2005, recibió la Medalla Presidencial de la Libertad -la mayor condecoración para un civil estadounidense- de manos del entonces presidente George W. Bush.
Y en enero de 2009 cantó en la asunción presidencial de Barack Obama (también lo hizo en 1977 con Jimmy Carter y en 1993 con Bill Clinton), para volver a ser condecorada frente a millones de televidentes como la última estrella viva de la edad de oro de la música negra en los Estados Unidos y como una de las más notables artistas que dio la música en su historia.